Yo soy la verdadera vid. No sé si tendrás la misma impresión, pero parece que todo lo que nos llega desde fuera nos llama a la división y al rechazo de lo diferente: hay que votar tal partido para echar a tal otro, mi bandera es la que vale pero la del otro no puede ponerla, soy tal y tienen que respetar mis derechos pero sin respetar yo que el otro piense o sea diferente...Y más y más casos que seguro que tú también podrías poner.
Y hoy el Evangelio nos llama a la unidad. Jesús nos llama a estar unidos a Él. Como esas uvas, como esos sarmientos, a la vid. Y es una misión que como cristianos tenemos que sentirnos comprometidos. En esa vid crecemos todos. Y como Iglesia tenemos que seguir trabajando y seguir creciendo en esta dimensión: en esa vid no sólo tienen derecho de estar los perfectos, los cumplidores, los santos... Jesús nos llama a sentirnos unidos a Él, como si quisiera abrazarnos a todos, como una misma familia, sin dejar que nadie se escape, como en un abrazo eterno... Dejemos de mirar lo que nos diferencia, dejemos de crear distancias (y ya no sólo por el coronavirus...). En esta vid, tienen que tener cabida divorciados, separados, marginados, homosexuales, ateos, indiferentes... tú, yo... Dejemos de añadir a nuestro mundo más diferencias. Seamos un poco más Jesús y fomentemos esa unidad. La necesitamos. Es más lo que nos une que lo que nos separa. Sólo unidos a Él, podremos dar fruto.
Es momento de hacer buen vino con unas buenas uvas. Para ello, tienes que crecer y madurar... JUNTOS!
Lectura del santo evangelio según Juan 15,1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos."