Domingo 15º Tiempo ordinario. Salió el sembrador a sembrar. Hoy el Evangelio nos da la clave para entender la parábola del sembrador: y es la escucha. ¿Cuántas veces hemos dicho o escuchado alguna frase como la de "he ido a oír misa"? No tenemos problema del sentido del oído, pero sí tenemos un problema espiritual de la escucha. A veces, nos sentamos, y dejamos pasar el tiempo, sin llegar a escuchar lo que está diciendo el sacerdote o los lectores en el ambón... oímos, pero no escuchamos. 

El pueblo de Israel oraba y sigue orando con el texto bíblico del Deuteronomio que dice: "Shemá, Israel... ("Escucha, Israel..."). Es la única forma que tenemos de que esa semilla caiga en buena tierra, escuchando su Palabra. ¡Cuántas veces hemos clamado al cielo pidiendo una señal o intervención divina! Cuando lo único que necesitamos es escucharle, escuchar su Palabra... tenemos que mirar si nuestro "sonotone" espiritual necesita pilas...

Y dependiendo de esta escucha nuestra tierra será tierra dura, endurecida, propia de un corazón duro, pasivo, donde no le interesa nada lo que tenga que ver con Dios... o una tierra propia de un corazón inconstante, que a pesar de querer cambiar y mejorar, se deja llevar "a la primera de cambio" por no concretar sus objetivos o medir sus fuerzas... o una tierra propia de un corazón lleno de estorbos, de malas hierbas, de enredos, que se asfixian con sus cabezonerías, esquemas rígidos, ideologías políticas, filosóficas o incluso teológicas, que pone condiciones a la propia semilla... o quizás y ojalá nuestra tierra sea una tierra propia de un corazón que se cuida, que pone los medios necesarios para que su tierra esté preparada, que no se deja atontar por los ruidos externos, que sabe abonar su vida, crecer sus talentos, contagiar su buena tierra... ¿Qué tipo de tierra eres?