Jueves Santo: "vosotros debéis lavaros los pies unos a otros"

01 Abril 2021

Vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. A veces estamos tan pendientes de lo que no nos dan, de lo que nos merecemos, de que no nos atienden como necesitamos... que perdemos de vista lo que realmente sí tenemos y de lo que está viviendo el otro, el prójimo, el hermano... Necesitamos de esa actitud de ponernos junto al otro, de ponernos a un nivel inferior, de escucharle; ha llegado la hora...:

- De quitarnos el manto: de dejar atrás nuestros esquemas, de dejar de mirarnos el ombligo y autocompadecernos, de dejar atrás nuestro antiguo yo.

- De tomar la toalla: de tomar actitud ante lo que está pasando y ocurriendo, de no hacer oídos sordos, de dejar nuestra comodidad y entrar en acción.

- Ceñirnos la toalla: apretarla y sujetarla fuerte, para no tener excusas, para no rendirnos a la primera de cambio, para tomarnos en serio todo esto del amor al prójimo. 

- De echar agua a la jofaina: hay que prepararse, no es tirarse al ruedo simplemente, es preparar con cariño lo que nuestro mundo, lo que mi hermano necesita.

- De lavar los pies: de ponernos a los pies del otro, de cuidarlo, de acercarnos a él, de saber de su realidad, de abandonar nuestro egocentrismo para dar lugar al "hermanocentrismo".

- De secar los pies: se trata de realizar bien nuestro trabajo, sin flecos, sin sensación de que lo hemos hecho, deprisa y corriendo. El cuidar, sanar, curar, dar vida al otro... necesita su tiempo. Toma sus pies entre tu toalla y tus manos y sécalos sin prisa, con cuidado, con cariño...

Siéntate con Jesús hoy a su mesa. Él te llama para que te sientes a su lado, para que comas con Él de Él mismo. Déjate lavar los pies, hoy es tu momento de ser cuidado. Pero, después, es tu turno de lavar los pies a los demás. Y pide especialmente hoy por los sacerdotes, muy especialmente por los que te acompañan, están en tu grupo, en tu parroquia, tu colegio...

 

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y este le dice:
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».
Jesús le replicó:
«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».
Pedro le dice:
«No me lavarás los pies jamás».
Jesús le contestó:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo».
Simón Pedro le dice:
«Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».
Jesús le dice:
«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».